Afuera la lluvia mostraba su múltiple cuerpo, en las calles altas cuando la lluvia cae se forman rios de agua con todo y voz, desde la puerta del bar, se tiene la excusa perfecta para no salir, para estar fuera de casa, los caminos están marcados, las alcantarillas reciben los charcos y aun la conversación sigue enfrascada en lo recio del clima, continúan los desprevenidos, los que corren quizás al hospital, a ver un enfermo, en busca del calor de un cuerpo, aun en el bar las horas son quejas, el minutero aguanta el segundero, el tiempo se detiene pero las palabras fluyen húmedas, el frío a cobijado la autopista, ha roto los coches de la calle, las motos ruedan llevadas por el cause, aunque vemos como flotan, mientras la cerveza no se acabe y el tequila rebose las copas todo puede esperar, el viento penetra hiriendo las puertas viejas sus chapas de hierro corroído por el tiempo y esa falta de pintura bufan en la madera, unimos los cuerpos respirando en la oreja de la vecina, disfrutando de la mirada electrizante, chocando en otra presencia, la lluvia ha brotado en tormenta, baja con lodo y correas viejas, en la barra un ebrio sin sentido cuelga del techo, pero eso no es raro cuando se mueve el piso, las palabras son ecos, los ojos pesan, hasta el tiempo se burla, las puertas grandes de madera están aceitadas se ponen tan lisas, las palabras se tornan lentas, otra vez la cabeza pesa, pero claro llega la hora de cerrar, el que pone la música, el mesero, cobran la cuenta, guardan las mesas antes suben las sillas, sueltan los ebrios, abandonan la pista, en la calle de nuevo se recuerda que es martes, mañana toca madrugar, entre escombros se va chocando, aun no puedo olvidar, la lluvia, la tormenta, los tragos acompañando un amigo, los rios de tanto material, al despertar toca dejar sin descifrar el porque del carro, intacto, limpio, sin botellas o presencias malignas, listo para abordar la calle, suavizar el tufo con un chicle de menta, trabajar, solo puedo esperar que llegue la noche y calmar la sed de una garganta seca.
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lunes, 23 de abril de 2007
jueves, 22 de febrero de 2007
Esa noche llegue temprano, el camino se hace corto cuando se distrae la mente en un motivo diferente al de entretenerse repitiendo continuamente los pasos, las casas, los árboles que se cuentan a diario; al llegar a casa Clara sirvió la comida de inmediato, al parecer soné en su reloj como una alarma, era preciso desarrollar la tarea pendiente, se hizo necesario servir la mesa, claro no me puedo quejar, una carne tibia, fue el día del solomito dorado al carbón, las fibras tiernas se cocinan al interior guardando como un tesoro el sabor, como postre una torta la cual parece mas un perfume de vainilla, una copa de vino, realmente el desenvolvimiento se mantuvo en una nota alta, en la cocina los sonidos fueron los habituales, al terminar recogió la mesa, me sirvió el jugo que le pedí y se perdió, en el baño me aseaba, escuche el eco de su adiós, en aquel momento me preguntaba si era la rutina con su vaho envolvente o el temor de cambiar el tramite de una relación, retome de nuevo la lectura siguiendo el camino que elegí para mantener el aroma de historia y realidad, una hora el carnero, tres horas 1984, seguidas de la ausencia, la pausa musical, la misma melodía, León Gieco, todo se lo trago el fútbol ..., el Oso se hizo presente, escapando de su jaula cuando alguien olvido el candado, el tedio es un pasajero en el coche de la soledad, al recordar que de nuevo al final de la noche la cama me esperaba fría, la tabla del fondo desacomodada, ya la huella en el colchón se hacia mas profunda formando mesetas, quise romper la monotonía aunque la lectura siempre me hizo volar, lejos de todo, llego otra frase, llego la anarquía, ya no consigo mas satisfacción...
No pretendía y nunca lo hice, odio la atención, los recuerdos, por eso supe días atrás el porque de comprar esa escopeta de finca, el porque guardar con tanta curia y esmero lejos de la humedad secos los cartuchos marcados del uno al cuatro, introduje fríamente uno a uno, cargando y asegurando, me dirigí a la ventana, me despedí del cactus al cual casualmente ese viernes le tocaba agua, fui al espejo empotrado en el baño descargue sin pensarlo en el un puño seco, así abandone mi reflejo, lo siguiente se hizo sencillo, supe como suicidarme, debía ser la cocina, de un tiro volé la alacena, con la mesa del comedor no fue tan fácil e irónicamente esas sillas pesadas por fin prestaban un servicio correcto, !splash¡ bellamente fue el grito de la mesa rota, caída, para mis amados libros su fin se prolongo ardieron en la chimenea, un pretexto comenzó a maquinar en mi cabeza, quedan tres tiros y pocas cosas por destruir, como nunca pude tender la cama y no es lo mismo tender la cama con dos tiros y unas cuantas patadas, quedo en añicos el bastión de mis sueños. La escopeta cargada como testigo y solución final entro al closet, ya la suerte perdida y muerta toda ilusa pretensión tome la vieja maquina, el escritorio, la silla reclinable que tanto me costo y comencé a sangrar lentamente mientras moría en el papel.
No pretendía y nunca lo hice, odio la atención, los recuerdos, por eso supe días atrás el porque de comprar esa escopeta de finca, el porque guardar con tanta curia y esmero lejos de la humedad secos los cartuchos marcados del uno al cuatro, introduje fríamente uno a uno, cargando y asegurando, me dirigí a la ventana, me despedí del cactus al cual casualmente ese viernes le tocaba agua, fui al espejo empotrado en el baño descargue sin pensarlo en el un puño seco, así abandone mi reflejo, lo siguiente se hizo sencillo, supe como suicidarme, debía ser la cocina, de un tiro volé la alacena, con la mesa del comedor no fue tan fácil e irónicamente esas sillas pesadas por fin prestaban un servicio correcto, !splash¡ bellamente fue el grito de la mesa rota, caída, para mis amados libros su fin se prolongo ardieron en la chimenea, un pretexto comenzó a maquinar en mi cabeza, quedan tres tiros y pocas cosas por destruir, como nunca pude tender la cama y no es lo mismo tender la cama con dos tiros y unas cuantas patadas, quedo en añicos el bastión de mis sueños. La escopeta cargada como testigo y solución final entro al closet, ya la suerte perdida y muerta toda ilusa pretensión tome la vieja maquina, el escritorio, la silla reclinable que tanto me costo y comencé a sangrar lentamente mientras moría en el papel.
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